domingo, 10 de junio de 2018

HIEROFANIAS

El modo de ser celeste es una hierofania inagotable, ergo todo lo que acontece en el espacio sideral y en regiones superiores de la atmósfera; la revolución rítmica de los astros, el correr de las nubes,  las tormentas, el rayo misterioso, el arco iris son momentos de aquellas  hierofonias y  por ende nos remite al universo simbólico.

Los seres supremos Uranios, son los seres sagrados celestes. La Luz, la bóveda celeste, los astros y las estrellas,  es una evocación de la idea de que el cielo es la morada celeste de los seres supremos o dioses.
La montaña tiene implícito el simbolismo de que esta cerca  y se acerca al cielo,  es un lugar en torno al cual se reúnen las nubes.

El olimpo fue sin duda un monte escogido  por Zeus, (Deidad Unania), soberano y mago cósmico.
Hierofania: es un acto o manifestación de lo sagrado.
La Epifania nos remite al acto de la aparición, al hecho de mostrar un fenómeno.
Cratofania, es la manifestación de poder.
Ortofania, es la manifestación del ser o realidad verdadera.
Teofania,  con ella se da la manifestación  de lo divino.
En a fotografia inferior, la imagen de la Luna, además de ser un símbolo poético, también nos remite a la idea del eterno retorno, del ciclo que se repite, del nacimiento, el crecimiento, el decrecimiento, y la muerte; ésta dará lugar de nuevo al  renacimiento tras un tiempo periódico, atravesado por este constante ciclo de  nacimiento y muerte.
Aunque todo es simbólico, representación y reminiscencia de una idea cíclica.
"Caelo", es significante y significado de lo simbólico. 
Lo simbólico es el dato inmediato  a la conciencia total, 
la bóveda celeste, significante de lo  trascendental.
Existe porque es elevado, infinito, inmutable y poderoso.
La Luna y el mar vendrían a representar hierofanias cósmicas.

El cielo es parafraseando la tesis de Saussure el significante de la manifestación de una Hierofania de lo sagrado.
Representando  una bóveda  celeste, invisible  y no observable con los ojos terrenales, pero que intuimos  existente como  una réplica del cielo que vemos,  aunque  ubicada en un confín eterno y etéreo.
Ese cielo, o mejor dicho la imagen visual de cada uno de los elementos  que lo componen y que observamos;  como las caprichosas y poéticas formas de las  nubes, los colores que se dibujan a partir de la descomposición de los Rayos de la luz del Sol, vendría a ser una evocación de la deidad Urania, la  misma que habita en la inmensidad del cosmos, alegoría de La Luz primordial creadora  y engendradora de la vida en todo el universo habitable.


Reminiscencia del eterno retorno, la teofania luminosa del Sol crepuscular remite nuestras conciencias a su correspondiente Luz existente en las esferas  superiores. Dimensiones existentes, aunque invisibles a nuestras miradas humanas. El mito  sagrado se reproduce en nuestro cosmos  visible, la idea de lo sagrado se recrea de nuevo y se vuelve reflejo especular de lo que habita en otras esferas del universo  sagrado, desde lo humano se  consagra y se retorna a   ese arquetipo sublime.





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